Devenir flor

ankadacu
22 may 2015
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Fig. 1. Imagen de la “frenada-resistencia”. Me gusta el perro.

Uno no puede simplemente asumir que el mundo gira, no puede dejar, a veces, ser leve y andar, sonreír, saludar, decir gracias, a veces el mundo frena y todo de manera repentina se acelera por la arremetida de gravedades, edificios, aguas, animales: todo. Así le pasa a uno, cuál a uno, a mí, así me pasa, las cosas andan, van, las personas están, la comida, la cama, las tareas. Pero pilas, por un segundo el mundo frena y entonces parece ya no haber nada; que montón de escombros con tan solo una frenada, (¿Es poca cosa que el mundo frene?, ¡No, el movimiento lo es todo!), cómo me recuerda que el mundo está lleno de materiales a los cuales no somos resistentes, así fueran plumas o flores, no seriamos resistentes a una arremetida de todas las que existen, no somos resistentes a muchas cosas, somos más bien una especie de lo poquito, poquito dormir, poquito reír, poquita sal, unos poquitos días de mar, un poquito estar por encima de las nubes en un avión, un poquito de letras en Word, un poquito de café, de amor, de medias para dormir. Con razón el mundo no me cabe en las palabras, aun cuando tampoco sea mi interés, con razón decir: mundo, es decir nada, con razón a duras penas si pienso en que el mundo se detiene me imagino edificios de concreto fútil derrumbarse…con razón, con razón….corazón, esa “n” sapa que metieron (¿Metieron, quiénes?, ¡será metí! ) para alejar dos cosas y someterlas a una distancia aproximada de dos cuartas, aun cuando mis manos son grandes, mido y son dos cuartas, dos cuartas que ojalá fueran ninguna, dos cuartas entre mi cabeza y mi pecho.

Hablaba entonces de una frenada del mundo y mi imagen de edificios cayendo. Mis edificios, los convertiré en árboles, ¿Qué cae más pronto? ¿un árbol, un edificio?, no importa la velocidad de caída, no es momento de concentrarse en eso, importa la resistencia, hacer énfasis en la resistencia, no como una fuerza máxima, sino como una fuerza tranquila y firme, elijo edificarme árbol, o flor o pluma, y tener resistencia amorosa a las frenadas del mundo, no elijo la rigidez, mi resistencia no puede ser una inmunidad a los gritos de la tierra, a sus caprichos o a sus dolores, elijo la cierta-suerte-de-nobleza de la flor que se dobla con el viento, pero que no se arranca, no se va, no muere.

Estas “poquitas” palabras fueron escritas en el intermedio de una noche y una mañana. Anoche arranque la página hablando de una frenada en el mundo, hoy termina con un llamado propio a la (¡cual a “la”, a mí!) resistencia amorosa, no por romántica (¿Por qué no?) sino por amorosa amplia, lo que sea que eso signifique, para mí justo ahora ese amor amplio es aprovechar y transformar mi vértigo: devenir flor.